En una sociedad que sugiere la hipersexualidad como norma, hablar de asexualidad
es relevante porque al mismo tiempo que esta condición se ha hecho más visible,
se ha convertido en un problema para quienes forman parte de ella.
Hasta la década de los setentas, se aplicaba este término para quienes, por
alguna malformación genital, no podían sostener relaciones sexuales; en la
actualidad, este concepto es aplicado a un cinco por ciento de la población
mundial que refiere no haber experimentado atracción sexual hacia nadie, aunque
biológica y físicamente estén capacitados para ello.
La AVEN, Asexual Visibility and Education Network (Red para la Educación y
Visibilidad de la Asexualidad) establece que mientras el celibato es una
elección, la asexualidad es parte intrínseca de la persona y una orientación
sexual. De ninguna manera se define como una enfermedad y tampoco es un
trastorno.
Existen muy pocos estudios al respecto, y mientras algunos apuntan a un
origen de tipo endócrino, otros señalan la conformación genética en la que están
ausentes los componentes libidinales que orientarán a la persona a una búsqueda
por investir de erotismo o deseo al objeto amado.
En la mayoría de los casos, las personas con orientación asexual son quienes
durante la pubertad u otra época de su vida fueron activos sexualmente, pero
dejaron de sentir atracción sexual hacia otras personas. Incluso, hay quienes se
declaran bajo esta condición con el fin de obtener un reconocimiento social, una
especie de estatus que los distinga del resto.
CATEGORÍAS DE ASEXUALIDAD
A simple vista es difícil distinguir a una persona asexual, y cada una es
distinta de la otra por la diversidad que existe en cuanto a su entendimiento de
las relaciones, la atracción física y la excitación. Mientras algunas se sienten
mejor solas, otras satisfacen sus necesidades emocionales rodeadas de amigos; y
hay quienes tienen el deseo de tener relaciones amorosas o una pareja estable.
En cuanto a la atracción, un alto porcentaje de las personas asexuales sí se
sienten interesadas por otros, pero sin la necesidad de responder sexualmente a
esa atracción, que puede ser hacia un género en particular o a más de uno, en lo
cual se basa su autodefinición como «homorrománticos», «heterorrománticos» y
«birrománticos».
La excitación sexual es algo que también está presente en personas de
condición asexual, pero ésta no se liga a la necesidad de encontrar una pareja
para satisfacerla. En su lugar, las personas con esta orientación prefieren
canalizar toda esta energía hacia otros tipos de placeres.
Las personas que practican el celibato, deben negar, anular o reprimir sus
deseos sexuales y eróticos ejerciendo actividades extremadamente arduas o
fatigantes, y sobre todo de canalización y sublimación hacia cuestiones de
carácter religioso.
Sin embargo, hay diferencias entre quienes dejaron de sentir excitación
sexual como antecedente de una condición más seria, donde sería recomendable
consultar a un médico. Por lo que se ha explicado, también existen diferentes
formas de relacionarse; las personas asexuales pueden permanecer sin una pareja
toda la vida y sentirse completos; quienes tienen el deseo de encontrar una
pareja, pueden satisfacerlo estableciendo una relación amorosa con otra persona,
pero sin tener relaciones sexuales, o bien, llegar a tenerlas pero sin
experimentar una satisfacción por ello. En otros casos, los asexuales acuerdan
con la pareja que ésta sostenga relaciones con un tercer individuo.
Personas como la Reina Isabel I de Inglaterra, Isaac Newton, Adolfo Hitler,
James Matthew Barrie (creador de Peter Pan), además del rey del pop Michael
Jackson; otros de ficción como Sherlock Holmes, Sheldon Cooper (de la serie The
Big Bang Theory) y Remedios, personaje de la novela Cien años de Soledad, de
Gabriel García Márquez, son catalogados como asexuales.
CUÁNDO SE VUELVE UN PROBLEMA
Las conversaciones de tipo sexual predominan en las reuniones de amigos o en
las pláticas de trabajo, pero para un asexual esto resulta hasta cierto punto
incómodo por su desinterés en el tema. En una sociedad cuyas nuevas generaciones
tienen una alta proclividad a las relaciones sexuales desde temprana edad, y
estigmatizan a quienes están fuera de ese círculo, la vida de las personas
asexuales puede llegar a ser complicada, sobre todo si ellas mismas no se
identifican como tales: se suele confundir su total desinterés sexual con la
represión de sus instintos o con un trauma que proviene de la infancia. Por lo
tanto, el desconocimiento es el mayor obstáculo para una persona asexual y para
quienes la rodean.
Por otro lado, está la situación de quienes, por distintos factores, dejaron
de lado su sexualidad, pero al cabo de un tiempo comenzaron a enfrentar las
consecuencias, razón por la cual requirieron la ayuda de un profesional. Desde
el punto de vista psicológico, los efectos comienzan a presentarse después de
tres años de haberse alejado de toda conducta sexual. Son frecuentes las
solicitudes de consulta por la adquisición de algún trastorno obsesivo
compulsivo, pues estas personas niegan y reprimen su deseo erótico sexual,
además de buscar actividades que les produzcan un desgaste de energía para no
ver aparecer tales impulsos.
En otros casos, se desencadenan cuadros de neurosis, irritabilidad, amargura,
obsesivos y depresivos; éste último puede devenir en ideas suicidas. La mayoría
de los casos que llegan a consulta, son de personas que tomaron la decisión de
declararse asexuales pero con el paso del tiempo empezaron a tener otro tipo de
problemas que alteraron su vida cotidiana, como trastornos del sueño, o un
estado de ansiedad generalizada no específica.
Por otro lado, se presentan casos de aislamiento psicológico, pues al evitar
la búsqueda de motivadores a los impulsos eróticos suelen aislarse del mundo que
los rodea. A su vez, este aislamiento produce estados de melancolía que pueden
devenir en depresión; también, pueden llegar a experimentar una sensación de
minusvalía ante el entorno laboral, interpersonal, familiar, pero sobre todo
cuando sienten el rechazo de otros.
Al existir estados de fuerte ansiedad, las personas demandan cierto tipo de
medicamentos cuando ya han incurrido en conductas negativas, como las adicciones
o intentos de suicidio. Éste es el momento de recurrir a atención psiquiátrica.
Por otra parte, la intervención de un sexólogo es necesaria cuando la persona
que en su momento decidió ser asexual, llega a tener episodios de
arrepentimiento, o bien, comienza a presentar efectos negativos en su estado
emocional. En estos casos, la intervención del especialista servirá para
reorientar la sexualidad de la persona.
Sin embargo, son pocos los casos de quienes al asumir una condición de
asexualidad derivan en este tipo de problemas, pues incluso hay personas que ni
siquiera se identifican de tal forma ya que, al no haber experimentado nunca la
atracción hacia otras personas, lo asumen como una condición normal y como parte
de su vida.
Ante todo, es importante que alguien que, de manera natural, sienta la falta
de deseo o desinterés sexual, reciba un diagnóstico adecuado para que en base a
ello se le proporcione psicoterapia, atención psiquiátrica o de sexología, antes
de asumirse como una persona asexual.
Por: María Elena Holguín
Correo-e: eholguin@elsiglodetorreon.com.mx
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