La vida sin deseo carnal es posible y estudios canadienses de 2004 revelan que
el uno por ciento de la población adulta vive sin sentir atracción física por
hombres o mujeres.
Son una minoría dentro de las minorías. Espectros que deambulan indiferentes
en un mundo dominado por el placer carnal. Seres a quienes las imágenes eróticas
que tapizan las calles y que invitan seductoras al consumo les provocan nada.
Son los habitantes impasibles, invisibles y muchas veces considerados frígidos
de una sociedad hedonista. Se trata de los asexuales, un reducido grupo para el
cual el sexo resulta por completo irrelevante; son quienes no creen que el otro
no sea atractivo sino que por su naturaleza no les importa.
Aldo está sentado frente a mí en un café del Centro Histórico. Es la época
del año en que el aire aún enfría el cuerpo; sin embargo, adentro, solo la luz
del Sol se filtra para reconfortar al joven alto, moreno, de profundos ojos
negros, espigado como espárrago. A nuestra cita ha llegado perfectamente
arreglado: camisa azul marino, pantalones de vestir, zapatos negros y un olor a
colonia fresca. Desde su silla, el joven mira a su alrededor indiferente, casi
arrogante, como si nadie o nada le causara interés.
Esta actitud, dice, no es nueva, desde siempre ha sido así: aunque en este
salón puede hallar a alguien estéticamente atractivo, el encontrarlo sería "como
admirar el amanecer, la puesta del Sol; una obra de arte", me explicaría más
tarde entre un sorbo de café esforzándose para que yo, un heterosexual más de
los que conviven —o acechan— en esta ciudad, logre comprender su condición.
Aldo es uno de los, si acaso, 50 mexicanos que forman parte de un colectivo
que se declara abiertamente asexual, hombres y mujeres que no sienten atracción
sexual, o sienten muy poca. Recientemente, este grupo ha logrado contactarse a
través de internet y las redes sociales. Además, poco a poco, hombres y mujeres
de diferentes edades y ciudades de la República han logrado frecuentarse
personalmente con la idea de intercambiar experiencias, información y dar a
conocer a la opinión pública quiénes son y qué es la asexualidad.
ENTRE PELUCAS Y ZAPATILLAS
Una impresionante columna carnavalesca avanzó por el Paseo de la Reforma el
último sábado de junio de 2014. Como cada año, los asistentes a la marcha del
orgullo gay portaban vestimentas multicolores, alocadas pelucas, altísimas
zapatillas, hermosas alas emplumadas sobre carros alegóricos que iban fondeados
por los estruendosos beats de la música electrónica.
Nuevamente, el colectivo LGBTTTI (Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual,
Travesti, Transgénero e Intersexual) salía para exigir a las autoridades que se
le otorgara a su comunidad los mismos derechos que cualquier otro ciudadano
tiene en el país.
"Me dijeron que era solo un reprimido, que no he
encontrado quién me satisfaga"
Mezclado entre los arcoíris estampados dispersos aquí y allá, las
alocadas vestimentas, las pelucas, las zapatillas y las alas emplumadas, se
encontraba un tímido Aldo envuelto por una multicolor bandera de franjas poco
convencional y que despertaba algún interés en los asistentes a la marcha. Unos
días antes, ya declarado abiertamente asexual, el joven, que entonces estudiaba
idiomas, había decidido que iría a la concentración portando el máximo símbolo
del movimiento: un lábaro a rayas horizontales que combina los colores negro,
gris, blanco y púrpura y que simbolizan la asexualidad, la demisexualidad, la
sexualidad y la comunidad, respectivamente, y que él mismo confeccionaría.
La intención de hacerse presente, como lo han hecho otros asexuales alrededor
del mundo en ciudades como San Francisco, Londres, Estocolmo y Toronto con el
emblema internacional, era ver si alguien más se reconocía y podían entrar en
contacto con él para entablar una amistad o, simplemente, intercambiar
información. Aldo imaginó que no faltaría alguien, quizá alguno de los pocos
mexicanos que por entonces rondaban anónimos los nutridos foros de páginas de
internet como asexuality.org.
Sin embargo, el joven se sorprendió al ver pasar las horas caminando y
hablando con algunas asistentes que se acercaban, pero sin lograr dar con otra
persona que compartiera su orientación sexual. Algunos de los curiosos le
cuestionaron de qué era su bandera, de qué se trataba la asexualidad; si acaso
los asexuales no tenían genitales, si eran como maniquíes, como eunucos; otros,
como dice que le sucede continuamente, trataron de convencerlo —amable y
sutilmente— de que quizá él era solo un reprimido que no había encontrado aún
quien los satisficiera sexualmente.
"En ese momento me sentí completamente solo", me dijo mientras pedía que le
volvieran a llenar la taza con café americano.
UNA RELACIÓN EXTRAÑA
Hace justo dos años, luego de investigar por un largo tiempo qué era ese algo
que lo detenía justo en el momento en que tenía que dejar de andar de "manita
sudada" con sus parejas y dar el siguiente paso en la intimidad, el joven de 31
años supo que pertenecía a esa minoría dentro de las minorías que no sienten
deseo sexual por mujer, hombre o nada que exista en el mundo.
La historia de Aldo, quien tuvo su primera relación sexual a los 17 años con
otro chico y la última hace siete años, cuando tenía 24, es como la de cualquier
asexual, como la de Shiadany.
Esta chica de 22 años, además de Aldo, fue la única del grupo de por lo menos
ocho jóvenes que un día antes había yo encontrado de manera fortuita reunidos
frente a Bellas Artes y que se dijeron dispuestos a encontrarme al día siguiente
para compartir sus historias. Shiadany narró que tuvo su primera pareja en la
secundaria, pero más como una respuesta a la presión que sus amigas ejercían
sobre ella para que tuviera novio. En la preparatoria, la ahora odontóloga, dice
que tuvo otra relación, la cual tampoco la entusiasmó por completo.
"Después de eso, llegó una persona que me atrajo mucho su forma de ser, de
pensar, como se veía y fue muy fuerte. Hubo una gran sensación. Comenzamos a
vernos, a salir; pero yo no tenía la necesidad de abrazar ni de besar,
simplemente con el hecho de que esa persona estuviera a mi lado me sentía a
gusto", recordó.
No obstante, Shiadany dice que la otra persona no pensaba así. "Decía que si
no la besaba o no la abrazaba era porque no la quería. Ella me decía que no
sabía cómo acercarse más a mí y yo le respondía que yo tampoco sabía cómo tener
más contacto físico con ella. Era extraña la relación —admitió—. Yo la estimé
demasiado, pero al final decidimos terminar de mutuo acuerdo".
Un poco más adelante, antes de entrar en la universidad, la chica bajita, de
piel morena y cabello negro dice que se dio la oportunidad de salir con otras
personas, hombres y mujeres; sin embargo, no logró sentir interés más allá de
estar cómoda con quienes salía. "En ese momento me pregunté qué pasaba. No sabía
por qué yo era así. Entrando a la universidad me puse a investigar. Me pregunté,
¿qué soy?, ¿soy lesbiana, bi (sexual), no me siento de ningún lado", afirmó.
Fue entonces cuando se puso a indagar —como la mayoría de quienes actualmente
buscan una respuesta a la incertidumbre— en el amplio e incierto mundo de
internet. Ahí, encontró un mar de información desordenada pero que coincidía con
lo que venía experimentando desde hace muchos años como falta de deseo sexual y
necesidad de solo de cariño y compañía. "Fue entonces cuando me dije sí, soy
asexual", aseguró.
EL LADO ROMÁNTICO
Por sus características, Shiadany pertenece a un tipo de asexuales que tienen
marcada una tendencia romántica. Este tipo de personas, según explica la Red por
la Visibilidad y Educación Asexual (AVEN, por sus siglas en inglés), son quienes
necesitan más afecto que contacto físico, es decir, son quienes únicamente
necesitan estar acompañados por su pareja.
AVEN añade que entre las orientaciones que tiene la asexualidad se encuentran
los arrománticos que son los opuestos a los románticos; otros son los que
experimentan únicamente atracción estética sin necesidad sexual; atracción
sexual con mucho menos intensidad que lo que se considera normal;
demisexualidad, que es quien solo puede llegar a sentir atracción sexual con
quien construye un vínculo emocional muy estrecho y profundo; e, incluso, el
transexualismo asexual, hombres que se visten con ropa de mujer pero que no
practican ninguna relación sexual.
A pesar de que desde siempre se ha considerado a quienes no experimentan el
mismo nivel de deseo sexual como "frígidos", fue hasta hace poco, en 2004,
cuando Anthony Bogaert, un psicólogo y experto en sexualidad humana de la
universidad de Brock ubicada en St. Catherines, Ontario, Canadá, dio a conocer
que únicamente el uno por ciento de la población adulta en el mundo, como
Shiadany y Aldo, no tiene interés en el sexo.
Más de 10 años atrás, en 1994, una encuesta llevada a cabo por la universidad
de Chicago mostró que el 13 por ciento de 3 mil 500 participantes no había
tenido relaciones sexuales en el último año; de ellos, 40 por ciento dijo
sentirse muy o extremadamente contentos con sus vidas. Por supuesto que no todos
quienes respondieron con esa tendencia necesariamente eran asexuales.
Al respecto, Aldo y Shiadany dicen que nunca han buscado ayuda profesional
con un psicólogo o algún especialista porque se han aceptado como son. "Yo
podría ir al médico, estoy seguro de que habría alguna medicina que me ayudara a
incrementar el deseo sexual, pero así estoy contento", responde él.
Existe otro grupo de personas que por alguna razón ha dejado de practicar o
jamás ha tenido sexo, los célibes, es decir, aquellos que han decidido la
abstinencia por diferentes causas, ya sea por salud, razones morales o
religiosas y con quienes los asexuales piden no confundirlos. Justo este grupo
es el que en las redes sociales, como en el grupo de Facebook llamado "Asexuales
Mexicanos", constantemente tienen que ser controlados por los administradores
para evitar que se convierta en una página de encuentros de parejas.
Aldo dice que a él le gusta verse bien, sentirse atractivo, que no es una
persona solitaria que tenga su casa llena de gatos. "Me gustaría encontrar algún
día a alguien con quien compartir mi vida sin dejar de ser quien soy", sostiene.
"Yo no tengo que esforzarme para contenerme las ganas de tener sexo y eso ha
sido así siempre", asegura cuando le cuestiono si no se trata de una tendencia,
de una moda pasajera. "Para mí hay mucha vida más allá del sexo", aclara.
Antes de dejar el café cubierto de azulejos, Aldo asegura que el ser asexual
le ha permitido poder enfocarse en otros asuntos importantes de su vida como es
estudiar, trabajar y ahora buscar que la asexualidad sea reconocida como una
orientación sexual que tenga los mismos derechos que han ganado varios
colectivos en los últimos años en el país. No obstante, antes de despedirnos, me
enfatiza que lo más importante para él es la solidaridad, "que se nos entienda y
que seamos aceptados, ser visibles".
http://www.milenio.com/tendencias/asexuales-tendencia-dominical_0_484751853.html